CANONIZACIÓN  DE  SANTA  TERESA  DE  JESÚS  

(Roma, 12-3-1622)  

                                                                                   Por Manuel Diego Sánchez, Carmelita Descalzo

Fue el punto final del reconocimiento a esta mujer por parte de la Iglesia, y este momento significaba un salto importante en la presentación de su figura, puesto que era el refrendo oficial a la santidad de aquella que, finalmente, entraba dentro de la categoría de los santos, es decir, aquellos cristianos de vida excelente que se proponen como modelos de vida y como intercesores eficaces ante Dios.  Hoy nos puede parecer un largo proceso el suyo, desde 1582 en que muere hasta 1622 en que viene canonizada. Pero más bien, dadas las normas canónicas vigentes en la Iglesia para hacer tal declaración pública, podemos juzgarlo como un camino rápido y fulgurante.

Fue en Salamanca y Alba (1591) adonde se puso en marcha el proceso de beatificación y canonización por medio de la intervención del entonces obispo salmantino Jerónimo Manrique, que ordena hacer una información jurada entre las personas que la han conocido y pueden testimoniar acerca de su vida y santidad. Este ejemplo se siguió en otras ciudades de España, hasta que por el interés del rey, es el mismo Vaticano, a través del nuncio papal, quien organiza otras informaciones en otras ciudades de España, principalmente en los lugares donde ella vivió y fundó monasterios. Los personajes que dieron su testimonio, de acuerdo a un interrogatorio prefijado, provienen de estratos sociales muy distintos, y no sólo se trató de monjas, frailes y eclesiásticos más cercanos a ella, sino que de muy buena gana lo dieron también los seglares que fueron amigos suyos, y éstos no sólo de la nobleza, sino de los oficios más comunes, como criados, médicos, carpinteros, etc. Ciertamente que este amplio espectro de testigos facilitó mucho las cosas y dio a entender de forma clara que la convicción de ser una mujer santa era ya muy común entre los que tuvieron la dicha de tratarla. Y no menos importante fue el que, por su intercesión, se lograran no pocos milagros (tantas personas agraciadas!), porque tuviera fama de milagrera, sobre todo a través de sus reliquias, llenando de esta forma también uno de los requisitos entonces fundamentales en la santidad del barroco.  Pues bien, estos procesos informativos, aun dependiendo de la mentalidad hagiográfica del momento, son una fuente importante para acercarnos a la figura teresiana. El texto de los Procesos fue editado por el famoso especialista Silverio de Santa Teresa en 3 volúmenes (Burgos, 1934-1935), y más recientemente y de forma más completa y segura por J. Urquiza, 5 volúmenes (Burgos, 2015), en ambos casos siempre dentro de la famosa colección “Biblioteca Mística Carmelitana”.

Tercer Centenario de santa Teresa de Jesús. JOSE ESTEBAN Y LOZANO.
Imagen: © Museo del Prado. 

Beatificada santa Teresa el 24 de abril del 1914, lo cual ya era el inicio de un culto litúrgico oficial, aunque en forma más restringida, el proceso se continuó de inmediato, sin parar, y gracias a un grupo de carmelitas descalzos españoles entonces residentes en Roma (Juan de Jesús María Calagurritano, Domingo de Jesús María Ruzola, Tomás de Jesús Sánchez Dávila… ) que defendieron y sistematizaron de manera muy eficaz el sistema doctrinal y místico teresianos, contando con los milagros importantes que ya se le atribuían, además del interés de la monarquía española y de otras tantas monarquías europeas que apoyaron el asunto, pudo ser canonizada el 12 de marzo del 1622. La ocasión fue única y muy solemne en Roma, excepcional, dado que en una misma ceremonia el papa Gregorio XV canonizó de forma simultánea a San Isidro Labrador, San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier, Santa Teresa de Jesús y el italiano San Felipe Neri.

La ceremonia celebrada en la nueva basílica vaticana, adornada en su interior para la ocasión con un aparato arquitectónico efímero a modo de escenario teatral, que nos ha llegado a través de un grabado del tiempo, se desarrolló conforme a un ritual más bien de tono jurídico. Consistía fundamentalmente en una especie de súplica ficticia triple hecha al Papa por el cardenal competente, en la que se suplicaba procediera a la canonización de estos santos y que diera orden de extender una bula o texto solemne papal  mediante la cual se daba a conocer al mundo católico esta decisión favorable y donde además se determinaba la inclusión en el calendario de la Iglesia y la fecha de su celebración litúrgica, que en el caso teresiano, entonces era el 5 de octubre, más tarde se trasladaría al 15 de octubre, la fecha que todavía mantenemos hoy. La triple petición al Papa era aceptada por el papa con una prudente reticencia (simulando) y, después de cada petición, se interpretaban algunos textos sacros adecuados (las letanías de los santos, el himno Veni Creator Spiritus…) para demostrar que se trataba de una decisión importante y trascendente, por lo cual se necesitaba de una especial asistencia divina; a la tercera va la vencida -digámoslo así- el Papa se rendía y pronunciaba la formula solemne latina de canonización: Para honra y gloria de Dios, y de la Santísima Trinidad; para exaltación y aumento de la fe católica… determinamos, juzgamos y definimos que la bienaventurada Teresa, virgen, … es santa, gloriosa y alabada…. Por lo cual sentimos y mandamos, definimos y determinamos que sea puesta, asentada y numerada en el catálogo y número de las santas vírgenes… y por tal mandamos, queremos y ordenamos sea tenida y reverenciada.

A la declaración solemne papal le seguía el sonido de tromperas y campanas, la suelta de palomas, la entrega de cuantiosos dones y regalos, y el gesto reverencial de cardenales y representantes regios asistentes a la persona del Papa. Todo concluyó con la misa de los nuevos santos celebrada por el mismo Papa.

Al día siguiente se llevaron procesionalmente los estandartes de la canonización de cada santo a sus respectivas iglesias, donde éstos presidían las solemnes fiestas de las jornadas siguientes. El estandarte teresiano de aquello ocasión fue trasladado y colocado en la iglesia carmelita de Santa María della Scala, en pleno barrio romano del Trastevere; ahora lo tenemos en la villa de Alba expuesto en el museo CARMUS, pero hasta mediados del siglo XX colgaba de la bóveda gótica de la iglesia del sepulcro teresiano. Es una bella pieza pintada y bordada en seda, seguramente elaborada en la misma ciudad de Roma, en cuyos extremos luce los escudos de la Orden Carmelita y de las diversas ramas de la familia ducal albense.

Por suerte, también conservamos en Alba de Tormes el cuadro romano que se encargó por la Orden para perpetuar la ceremonia, del mismo pintor, e idéntico al que se halla en la puerta de la sacristía de la iglesia romana de los Jesuitas, la famosa iglesia del Gesù, con excepción de los santos canonizados, que cambian según la Orden o institución que los encarga. Desde luego este lienzo representa muy bien el carácter teatral y solemne de aquella ceremonia vaticana de marzo del 1622. 

A las solemnes ceremonias romanas siguieron luego las celebraciones propias en casi todas las ciudades de España y allí donde había convento de monjas o frailes carmelitas, con la particularidad de esta ocasión algunas aunaban a los 4 santos españoles.

Lienzo conmemorativo de la ceremonia de la canonización de Santa Teresa en la basílica de San Pedro del Vaticano en Roma.
© Museo Carmus de Alba de Tormes


Ilustración. Fiestas del centenario de Santa Teresa de Jesús Comba y García, Juan, 1852-1924. Biblioteca Digital Castilla y León

CONSULTA EL MANUSCRITO DE TODO EL PROCESO DE CANONIZACIÓN DE SANTA TERESA

 Ayuntamiento de Alba de Tormes - Plaza Mayor 1. 37800 Alba de Tormes (Salamanca)

Horario de atención:
De lunes a viernes de 09:00 a 14:00 h
Teléfono: 923 30 00 24 | Correo electrónico: alcaldia@villaalbadetormes.com